Hoy os traigo una propuesta de doble sesión no apta para estómagos delicados, compuesta por, de una mano, una obra clásica firmada por uno de los cineastas más influyentes de las últimas décadas, y de la otra una debilidad personal, una gamberrada muy disfrutable que me puede acarrear más de una ceja arqueada en mi dirección —¡bienvenidas sean: El baile de los vampiros (Roman Polanski, 1967) y Lesbian Vampire Killers (Phil Claydon, 2009). Las dos comparten el monstruo sobre el que giran sus tramas y una innegable afinidad espiritual con las cintas creadas por la mítica productora Hammer. Aviso a navegantes, estas dos películas os chuparan hasta la última gota de sangre, junto con todo sentido del ridículo que podáis tener.
Título
original: Dance of the Vampires / The Fearless Vampire Killers, or Pardon Me, But Your Teeth Are in My Neck
Dirección:
Roman Polanski.
Guión: Roman
Polanski y Gérard Brach.
Música: Krzysztof Komeda.
Fotografía: Douglas Slocombe.
Producción: Cadre Films y Filmways.
Fecha de estreno: febrero de 1967.
País: Reino Unido y EEUU.
Reparto: Jack MacGowran (Profesor
Abronsius), Roman Polanski (Alfred), Sharon Tate (Sarah Shagal), Ferdy Mayne
(Conde von Krolock), Iain Quarrier (Herbert von Krolock), Alfie Bass (Yoine
Shagal), Terry Downes (Koukol), Jessie Robins (Rebecca Shagal) y Fiona Lewis
(Magda).
Sinopsis: El profesor Abronsius y su asistente Aldred viajan a la remota Transilvania para investigar sobre los vampiros que se cree habitan en esas tierras. Durante su estada en un modesto hostal, Aldred se enamora de Sarah, la hija del posadero. Pero pronto la joven cae en las garras del misterioso Conde von Korlock y, después de que el propio posadero sea convertido en vampiro, Aldred y el profesor Abronsius se deciden a ir al castillo del conde para rescatar a Sarah. Allí son recibidos por el conde y su hijo gay Herbert, y son invitados a un baile que se celebrará en el castillo.

Estrenada en el Reino Unido con el aburrido y engañoso título de Dance of the Vampires y luego retitulada, muy acertadamente, como The Fearless Vampire Killers, or: Pardon Me, But Your Teeth Are In My Neck —título que le puso la Metro-Goldwyn-Mayer para poder promocionarla en EEUU como lo que realmente es, una comedia del absurdo—, se trata de una obra que está muy lejos de brillar por su calidad cinematográfica pero que es capaz de entretener e incluso hacer reír con su parodia de los escenarios y tics propios del cine de terror clásico. Su argumento juega con todos los ingredientes comunes en la comedia. Tenemos a dos cazadores de vampiros algo inocentes, una chica hermosa y ligera de cascos, y unos monstruos mucho más espabilados que cualquiera de los héroes de la película. Pero es mérito de Polanski el utilizar estos personajes estereotipados de una forma completamente fresca y, si bien no original del todo, si poco habitual en la época en la que fue realizada.
Aun si la comedia es lo más relevante de la película, no hay que olvidar que se trata de una película de terror en esencia. La ambientación y los escenarios, a pesar de las dificultades con las que contó la producción, consiguen crear una fuerte sensación de aislamiento. La fotografía de Solocombe es muy imaginativa, dotando a toda la película de una cierta luminosidad macabra, en especial en las secuencias rodadas en los exteriores nevados. Incluso en las escenas más ligeras siempre hay una cierta sensación de peligro amenazando a los dos protagonistas.
A menudo olvidada dentro de la filmografía más seria de Polanski, El baile de los vampiros no es para nada una obra fallida en comparación con los títulos más renombrados del cineasta, sino un film de terror representativo de una época concreta, notable y filmada con mucho mimo, una parodia muy disfrutable tanto por su vertiente terrorífica como humorística.
Título
original:Lesbian Vampire Killers
Dirección:
Phil Claydon.
Guión: Stewart Williams y Paul Hupfield.
Música: Debbie Wiseman.
Fotografía: David Higgs.
Producción: Alliance Films, Velvet
Bite, AV Pictures y GEM Global Entertainment Magyar.
Fecha de estreno: 20 de marzo de 2009.
País: Reino Unido.
Reparto: James Corden (Fletch), Mathew Horne (Jimmy), Paul
McGann (The Vicar), Emer Kenny (Rebecca), Lucy Gaskell (Judi), Louise Dylan
(Anke), Ashley Mulheron (Trudi), Tiffany Mulheron (Heidi), Vera Filatova (Eva),
Silvia Colloca (Carmilla), MyAnna Buring (Lotte) y Emma Clifford as (Rossi).
Sinopsis: Fletch y Jimmy, dos pelacañas sin suerte ni en el
amor ni en nada más en sus vidas, deciden tomarse unas vacaciones e irse a
hacer senderismo por la campiña inglesa, con la mala fortuna de ir a parar a un
pueblo maldito en el que todas las mujeres son esclavizadas al cumplir la
mayoría de edad por un grupo de vampiresas lesbianas que ansían devolver la
vida a Carmilla, su reina. Pronto se revelará que en la sangre de Jimmy reside
la clave para salvar el mundo.
Ahora me permitiréis que os hable de uno de mis
placeres culpables favoritos. Leyendo el título de esta película es fácil
hacerse una idea aproximada de qué clase de película estamos hablando, a no ser
que uno sea uno de esos puristas del séptimo arte sin sentido del humor ni vida
sexual. Que las ambiciones de un film no sean las de replicar la gloriosa perfección
fílmica de El padrino (Francis Ford Coppola, 1972) en cada fotograma no
debería ser nunca impedimento para poder apreciar auténticas gamberradas como
esta, porque Lesbian Vampire Killers hace honor a su título hasta las últimas
consecuencias, no solo rozando lo ridículo, sino abrazándolo como a un buen
amigo. Si hay una sola virtud a reconocerle a esta muestra del cine indie
británico es que es entretenida y, me atrevería a decir más, graciosa.
En contraste con las limitaciones de presupuesto y los
problemas de producción con los que tuvo que lidiar Polanski, Claydon se vio
beneficiado por un presupuesto más que generoso tratándose de una producción
independiente. El aspecto de la fotografía es limpio de principio a fin, la
banda sonora es resultona —atención a la entrada de las chicas al ritmo de Woman
de Wolfmother. Sin embargo tiene un mérito increíble que algo que podría haber
acabado siendo un producto muy chungo resulte tan satisfactorio. Sin duda la
película no se esconde ni trata de hacer pasar su sentido del humor por algo
que no es, empezando por la manera en que los vampiros mueren y en vez de arder
o derretirse explotan salpicándolo todo de… —bueno, no hay una forma fácil de
decirlo, es un líquido blanco y espeso, ¿sabéis cuando quedáis para cenar en un
chino y un colega se pide la sopa de aleta de tiburón y le hacéis la coña de
que habéis visto al cocinero sacar la sopa de la cocina con cara de felicidad?
Pues eso— hasta la forma poco metafórica que tiene la empuñadura —sobre todo
dura— de la espada con la que Jimmy debe dar muerte a Carmilla.
Por supuesto, podríamos ser más exigentes con la
calidad del guion y la realización pero, ¿por qué haría falta ser tan
puntilloso? El objetivo del equipo artístico detrás de Lesbian Vampire
Killers no es el de entrar en los anales de la historia del cine —, sino el
de hacer pasar un buen rato. Los fans del Doctor Who, además, se
encontraran con uno de los secundarios que más han brillado en la serie en los
últimos años —aunque solo fuera por dos episodios—, James Corden. Sin duda el cómico,
guionista, cantante y presentador inglés es el motor que impulsa en gran parte
la película ante la languidez del personaje de Matthew Horne. Los dos
interpretan al dúo de ingenuos héroes —no muy diferente del que nos encontramos
en el film de Polanski— que se enfrentaran a las malvadas vampiresas. El resto
del reparto está a la altura de los protagonistas, en especial el numeroso
grupo de señoritas de buen ver, mención especial para MyAnna Buring, conocida
por su papel en de The Descent (Neil Marshall, 2006).
¿Os atreveríais con la doble sesión que os planteo?
¿Habéis visto alguna de las dos? ¿Tenéis algún placer culpable que queráis
confesar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario