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viernes, 3 de julio de 2015

Opinión literaria: "Gespenst" de Ignacio Cid Hermoso por Jorge Herrero


Con Gespenst, Ignacio Cid Hemoso se afianza como una de las voces más personales del panorama literario español.


Durante la fiesta que Mario y Alicia celebran en su casa con motivo de la nueva exposición que exhibirá la pintora en los próximos meses, Carlos, el hijo de la pareja, desaparece a orillas del pantano de Nueva Luarma. A la desesperación y la angustia derivadas de la pérdida se unen los problemas matrimoniales que atraviesa la pareja.

Es entonces, en esa atmósfera enrarecida en la que los amigos de Carlos parecen saber más de lo que cuentan y la policía trata de investigar el paradero del niño, cuando una serie de fenómenos extraños comienzan a hacer tambalear la cordura de Mario.

¿Se trata del fantasma de Carlos? ¿Acaso trata de decirle algo? ¿O puede que tan solo sea producto de su mente agotada y su corazón entristecido?


Gespenst es la tercera novela de Ignacio Cid Hermoso, tras El osito cochambre (23 escalones) y Nudos de cereza (Punto en boca), y sin olvidarnos de su antología de relatos Texturas del miedo (Saco de huesos). Con cada título que ha ido publicando ha sabido crear un estilo bastante personal, donde los secretos más oscuros, los anhelos más deseados se unen al gran manejo del autor del cerebro humano, sabiendo escarbar en lo más hondo de la psique de sus protagonistas.

Para esta novela ha optado por la Linea Stoker de la editorial Dolmen, una línea donde el terror es el principal género, en todas sus distintas vertientes, y donde Ignacio ha aportado su peculiar y muy personal visión de lo que sería una historia de fantasmas, creando una historia de las que calan hondo en el lector.

La historia gira en torno a la desaparición de Carlos, el hijo del matrimonio formado por Mario y Alicia, una pareja joven que viven en Nueva Luarma, un pueblo que bajo su pantano se oculta sumergido el antiguo Luarma, a raíz de este triste suceso, se empezarán a suceder unos extraños y extraordinarios sucesos que pondrán patas arriba la vida de los distintos protagonistas de esta conmovedora, triste y dura historia.

Mario y Alicia no serán los únicos a los que le sucedan estos acontecimientos, a los dos amigos de su hijo Carlos, Javier y Alberto también asisitirán a estos sucesos, poniendo en serio peligro su cordura.

La investigación policial empezará a sospechar de Javier y Alberto, ya que el inspector Somoza estará cada vez más seguro de que ocultan algo, y saben más de lo que cuentan sobre la desaparición de su amigo.

Todo esto llevará a los protagonistas y al lector a asistir a unos acontecimientos que pondrán en serio peligro todo lo que piensan o creen saber, desembocando todo en un final donde como si fuera una olla a presión, y donde se descubrirá que había mucho más que la desaparición de Carlos, y donde a todos y cada uno de los personajes que pueblan esta novela les cambiará para siempre sus vidas, con mayores consecuencias a algunos de ellos.

Con Gespenst, Ignacio Cid Hemoso se afianza como una de las voces más personales del panorama literario español, con un estilo marca de la casa, manejando como muy pocos todos los medios de los que dispone para crear unas historias que dejan huella en el lector, donde, en vez de optar por lo fácil, que sería coger todos los tópicos y clichés del género de terror y en este caso de las historias de fantasmas, opta por valerse de él para crear una trama que irá atrapando al lector desde la primera página, y donde a base de dos o tres giros, sorprender al lector, cambiando totalmente el hilo principal con el que comenzó la novela.

El autor ha sabido dotar a la historia de un tempo y un ritmo preciso y directo, comenzando de una manera más pausada (que no lenta) para ir situando a los distintos protagonistas en el tablero, sabiendo en todo momento lo que tienen que decir y hacer, lo que hace que sean totalmente creíbles, dotándolos a todos con una personalidad muy bien definida, cada uno con sus temores y deseos más anhelados, siendo algunos de estos bastantes oscuros.

Uno de los puntos fuertes de Gespenst son los personajes, todos ellos desarrollados de una manera magistral, lo que hace que el lector se pueda llegar a identificar con alguno de ellos, si hubiera que destacar a alguno, sin duda sería el personaje de Mario, un padre torturado por la culpa por la desaparición de su hijo, siendo algunas veces poco más que un títere al lado de su mujer Alicia, no hay que olvidar tampoco al inspector Somoza, que aunque sea secundario, tiene sus momentos de protagonismo, poniendo todas sus ganas y su fe en intentar aclarar la desaparición de Carlos.

Otra cosa a destacar es lugar donde transcurre la mayor parte de la novela, Nueva Luarma, edificada justo al lado del pantano en el que se encuentra sumergido el antiguo pueblo que había allí antes, llamado Luarma, y que esconde algún que otro secreto, que se verá a lo largo del libro. Ignacio ha sabido crear un pueblo, pequeño y donde todo el mundo se conoce, lo que se verá reflejado en algunas situaciones que ocurrieron hace algunos años, en concreto una que está relacionada con Mario.

A pesar de que en un principio podría parecer una historia más de fantasmas, sobre todo al principio, el lector irá viendo como la historia se alejará de esos derroteros para optar por una trama de suspense, secretos ocultos con alguna pincelada de terror, para acabar en un final bastante sorprendente, y donde el autor demuestra su enorme calidad, dando su muy personal punto de vista de un género tan manido y usado como es el tema de los fantasmas.

En definitiva, Gespenst es una novela de una enorme calidad literaria, cosa que no sorprende, viendo lo anterior escrito por Ignacio Cid Hermoso, y otra prueba más de que aún nos queda mucho por descubrir de uno los mejores autores que tenemos en España. Habrá que estar atentos a futuras noticias sobre sus nuevas publicaciones, que seguro que sorprenderán a los lectores que se decidan a sumergirse en las historias de este gran autor. En mi opinión, Gespenst es uno de los mejores títulos publicados en lo que va de año, y de lo mejor que se ha publicado en la Linea Stoker, un título muy, pero que muy recomendable.

martes, 17 de marzo de 2015

Promocionamos: "Girando en Simetría" de Darío Vilas, Ignacio Cid Hermoso, José Luis Cantos y Rafa Rubio editada por Tyrannosaurus Books



¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para arrancar de las entrañas del infierno a las personas a las que amas? 

Darío Vilas vuelve a dejarse imbuir por las calles de Simetría, la urbe corrupta en la que el horror humano es un sello que se estampa en el pasaporte de aquellos que la visitan. Le acompañan en esta ocasión José Luis Cantos, Ignacio Cid Hermoso y Rafa Rubio. Un póquer de autores que ofrecerá la versión más amplia, decadente y profunda de la isla que ha visto la luz hasta el día de hoy. Un recorrido a base de giros bruscos, un camino en línea discontinua que es solo de ida; porque nadie regresa jamás de Simetría. 

Girando en Simetría es una recopilación de relatos grotescos, surrealistas, terroríficos y muy humanos. Un descenso al infierno de la ciudad-telaraña del que ningún lector volverá siendo el mismo.


Hoy en La Ventana promocionamos la que posiblemente sea una de las antologías más esperadas del año. 
Como ya sabéis en La Ventana somos fans de esa genial obra que publicó Dario Vilas de la mano de Tyrannosaurus Books y que le llevó a conseguir el premio Nocte a la mejor novela de terror nacional, si amigos, hablamos de “El Hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas”. Podéis leer la reseña que hizo Víctor Cifu en el blog AQUÍ.
Después de esta genial novela que inaguraba la colección DIRT de Tyrannosaurus muchos deseábamos saber más sobre la isla en la que pasan todos estos sucesos, SIMETRÍA.
Nuestra espera por fin a llegado a su final ya que la editorial Tyrannosaurus Books publica este mes la antología “Girando en Simetría” coordinada por Darío Vilas en la que también participa como escritor junto a Ignacio Cid Hermoso, José Luis Cantos y Rafa Rubio.
Para conocer más sobre esta inminente publicación hemos hablado con Darío para que nos contestara a algunas preguntas.

¿Cómo surgió la idea para crear la antología Girando en Simetría?
Para ser honesto, porque podría inventarme una milonga sobre la marcha para darle fuste a la anécdota, surgió de forma espontánea. En la época en que se gestó, en 2012, estaba atravesando una etapa de desengaño hacia el mundillo literario, dándome cuenta de que quizás estaba perdiendo la perspectiva y que había dejado de disfrutar del proceso creativo, que es por lo que me metí en este berenjenal. Así que recurrí a la persona que me “empujó” a escribir de forma más o menos regular, que es Rafa Rubio. Él siempre hace que me ponga las pilas, en el mejor de los sentidos. Que se unieran Nacho (Ignacio Cid Hermoso) y JL (José Luis Cantos) fue algo natural también, porque si bien tenemos estilos muy diferentes, creo que los cuatro habitamos bajo una atmósfera creativa similar.

¿Qué encontraremos diferente de otras antologías?
Acabaría antes diciéndote lo que hay de convencional, que es más bien poco. Hay relatos surrealistas, transgresores, duros, bucles borgianos, pasión, drama, humor, absurdez, terror y, sobre todo y ante todo, está la isla Simetría y su fauna. Somos cuatro autores girando alrededor de la isla en imperfecta simetría.  Esa imperfección es parte del encanto de la propuesta: la belleza de lo caótico.

¿Cómo ha sido trabajar los cuatros juntos y coordinar el tomo?
Fácil, natural. Fue como si siempre lo hubiéramos hecho así, como si llevásemos toda la vida trabajando a ocho manos. El proceso de gestación de Imperfecta Simetría (2009), entre Rafa y yo, fue algo muy intuitivo, existe una química palpable. No necesitábamos ponernos de acuerdo en nada, sólo ir escribiendo e intercambiando lo que salía, poco más.
Temía que la magia no surgiera al incorporarse otros dos autores, pero lo cierto es que se repitió la misma dinámica. En cuanto uno se arrancó y escribió el primer relato, los demás fuimos dándole réplica en una vorágine creativa que todos los escritores deberían experimentar alguna vez. De eso va todo esto, para eso vine. Y cuando se me olvida, recurro a mis compañeros de letras y, a estas alturas, de la vida. Es lo lógico, es lo natural.
En cuanto a coordinar, creo que nunca fue más fácil para mí que con este libro. Me limité a recopilar, revisar, dar un orden al conjunto de los relatos, presentarlos a la editorial e intermediar. Todo rodado.

La antología será publicada en la colección DIRT de Tyrannosaurus Books, una línea que nació para incluir a las Gallinas Viejas. En que género podríamos situar Girando en simetría?
Es imposible etiquetar esta obra. Hay de todo un poco. Vamos a llamarlo realismo grotesco, para que aquellos a los que no les gustó que se usara el término “bizarro” en su acepción anglosajona no pongan el grito en el cielo. Terror, realismo sucio, surrealismo, drama, humor... Es Simetría, amigos, todo puede pasar en esta isla. O absolutamente nada, pero siempre parece que hay un movimiento orgánico bajo tus pies cuando te paseas por sus calles.
Tampoco es del todo cierto que DIRT naciera para dar cabida a mis Gallinas. Mi novela inauguró la colección, pero es una creación del equipo de Tyrannosaurus Books. Lo que les está costando más es encontrar obras de calidad para darle continuidad. Pero tranquilos, aquí está el número 2 y pronto llegará el 3. Atentos a la solapa de contraportada de Girando en Simetría, que viene con sorpresa.

¿Por que tenemos que leer esta nueva obra?
Porque, dejándome al margen a mí, en ella tenéis a tres escritores acojonantes dando lo mejor y lo peor de ellos mismos: José Luis Cantos, Ignacio Cid Hermoso y Rafa Rubio. Yo sólo soy el pegamento que unió las partes. Encima, están los chicos de Tyrannosaurus Books detrás de la publicación, que a estas alturas son garantía de trabajo bien hecho.
¿Necesitas más? Pues hay más; leed el libro.



miércoles, 10 de septiembre de 2014

¿Cómo crear? por Ignacio Cid Hermoso


Para crear de verdad, es decir, para desangrarte en cada obra y dar no lo mejor, sino todo lo que uno es, solo hacen falta tres cosas: abandonar esa vida que tenías (o tenían) pensada para ti, cerrarte a toda posibilidad de ser feliz como son felices las otras personas, y plegarte a la inefable realidad de ser un ente inconcluso durante el resto de tus días (inconcluso por el problema temporal intrínseco al escritor: la imposibilidad de verter todas las ideas, preocupaciones y obsesiones que tiene en su cabeza, así como la continua generación, exponencial en algunos casos, de nuevas obsesiones e inquietudes a medida que uno se hace más viejo).
            
Quiero decir que crear no es fácil. Tampoco es bonito —bonito como una puesta de sol, entiéndase—, pero sí que es un algo vaciador, una satisfacción de descarga, una especie de comida en mal estado que lo convierte a uno en un fantasma que nunca es capaz de vivir su vida plenamente ni de aterrizar por completo en la realidad de los demás. Por lo tanto, también es algo que de ninguna forma se elige. Quien elige ser escritor es porque no sabe muy bien de qué va esto. Puede que le guste poner etiquetas y escribir, pero eso no es lo mismo. De ninguna manera es lo mismo. Tampoco me refiero a que un escritor o creador tenga que ser un alma atormentada. No, en absoluto: hay quien disfruta con la descripción de vida que he dado antes. Yo mismo lo hago. A veces. Lo que quiero decir —sin que nadie me lo haya preguntado, ahora que lo pienso— es que el escritor de verdad nunca es más escritor que cuando no escribe, y en realidad nunca puede no escribir sea lo que quiera que esté haciendo y donde quiera que lo esté haciendo. A ver si me explico: para el escritor, cruzar una calle es escribir, escuchar es reinventar un diálogo, observar es un ejercicio de reconcentración que le impide mirar para afuera. El escritor lo es siempre, y el creador tiene siempre el mismo dolor en esa parte de la tripa que ya no es tripa pero tampoco pecho. No sé, no soy médico, tampoco poeta: no sé dónde está el alma. No me cabe en la cabeza que uno pueda ser escritor y algo más, porque escritor se es siempre y a cada momento y no deja espacio para nada más. Se puede compartir ese espacio, sí, pero entonces lo que uno haga con esa porción de tiempo que llame “trabajo” o “intimidad” será “plantar patatas y escribir”, “repasar los puntos clave de su reunión y escribir”, “impartir clases de electromagnetismo y escribir”, “fregar la cocina y escribir”, “hacer el amor y escribir”. Se escribe y se hacen otras cosas al mismo tiempo porque no hay alternativa. Si no, nos moriríamos de hambre. Algunos ya lo hacen.

Pero estoy seguro de que esa no era la pregunta, simplemente he querido hacer un poquito de trampa con el permiso de Víctor y divagar más de la cuenta. La pregunta era cómo creo yo, cómo trabajo en mis obras, y la verdad es que no tengo nada demasiado interesante que decir al respecto, más allá de que pienso que la forma de crear de cada uno tendría que ser algo secreto que no se debería compartir con los demás por la sencilla razón de que todo lo que se diga no será sino una aproximación bastante burda de la realidad, que no es otra que la imposibilidad de saber cuáles son los mecanismos que se activan en la cabeza o en las mollejas de cada uno cuando se produce el milagro engorroso de la gestación sin parto. No obstante, como Víctor me lo ha pedido tan amablemente, trataré de esbozar como pueda ese proceso que me cablea los circuitos y me envenena la sangre cada vez que me pongo a teclear (que no escribir).
            
Empezaré diciendo que todo suele partir de una idea, de una obsesión, de un miedo, de algún fantasma olvidado, una imagen, una lectura, una arcada sin vómito, una película, una mirada de esa actriz con los labios muy rojos, algo que te rompe por dentro y que ya no te suelta. A partir de ahí, necesitas conformar eso en algo parecido a una historia y decides si quieres que te la publique una editorial (si vas a hacer algo comprensible para el público) o bien prefieres utilizar para asentir con la cabeza delante de la pantalla (escritura onanista que unos no entienden y otros publican en Anagrama, según los amigos y el talento que cada cual tenga, aunque no hablaremos de la proporción que se necesita de cada ingrediente porque eso da para otro debate). Así pues, yo tengo dos formas de crear, según sea lo que quiera escribir en cada momento:

            
La primera, que suelo utilizar en las obras más extensas y que precisan de cierto componente comercial, suele ser la plasmación de una meticulosa planificación argumental y espacio-temporal que llevo a cabo en libretas y en un sistema de recortes de papelitos (sí, amigos, papelitos. De papel) que me da la flexibilidad y la perspectiva que requiero. Se trata de apuntar los movimientos, puntos, acciones y hechos claves de la historia en esos papelitos recortados. Cada conjunto de puntos clave pertenecientes a distintas subtramas irán señalados de una forma concreta que los diferencie entre sí (con algún color, algún dibujito, etc.) y después añadiré escenas de transición que ayudarán a completar un puzle que puedo recomponer y visualizar in situ cambiando de orden esos papelitos, reorganizándolos, moviéndolos, sincronizándolos y relacionándolos hasta que todo cobra un sentido parcial y, solo al final, absoluto. Es un método muy visual y práctico que llevo utilizando con mis tres últimas novelas y me ha funcionado bastante bien. De hecho, cada vez soy capaz de hilar con mayor precisión tramas argumentales más extensas y complejas. Pero la clave de crear no reside en esa planificación escrupulosa, sino en lo que viene después: destruyo esos papelitos, acabo con toda esa información y decido ejecutarla con mi memoria, con toda la improvisación que vaya surgiendo y con lo único inherente y no comercializable que tiene un escritor: su intuición. Esa es la única forma de ser consecuente con la idea que albergo sobre la literatura, y también la única que me permite ser libre y no aburrirme con algo que ya está trenzado en mi cabeza: rara vez acaba como empezó y como alguna vez llegó a estar plasmado en esos papeles.

Cronología argumental de “Gespenst”, mi tercera novela, de próxima aparición dentro de la línea Stoker de Dolmen.

La segunda forma de crear es mucho más sutil porque se basa en la total ausencia de reglas, en la simbiosis con el mundo de los sueños y la alegoría —que es como funciona mi mente el noventa por ciento del tiempo—. Se trata de hacer caso a todas esas ideas inconexas, potentemente surrealistas, que se desembocan en historias que no sabía que llevaba dentro y que dan lugar a asuntos mucho más interesantes y apasionantes de los que pudiera haber planeado. Y esto es así porque en estos casos se da de lado a la imaginación y a todo intento de planificación para dejar que salgan todas las ideas desnudas, arraigadas al alma, que uno lleva en el interior. Así escribí mi primera novela corta y mi libro de relatos, dos obras que considero claves en mi evolución como escritor. Ah, y no hablo de psicoanálisis, eso es para mediocres: esto que sale de este segundo proceso es pura verdad, que es esa que nace de la mentira que uno no se atreve a decirse a la cara.
            
Por supuesto, sea cual sea el método que esté utilizando en cada momento, me resulta imprescindible que sea de noche, que esté solo en mi estudio y que tenga un tipo determinado de música en los cascos (normalmente bandas sonoras o música clásica). De hecho, la escritura la concibo como algo mucho más próximo a la música (a la melodía en sí, ojo, no a la letra de una melodía) que al cine o a la mera narración, aunque eso ya tiene mucho que ver con mi estilo y mis preferencias.
            
Nada más, solo agradecer a Víctor Cifu que haya contado conmigo para esta sección tan interesante y donde han participado escritores tan variopintos (muchos de ellos amigos) con estilos y metodologías tan parecidas y a la vez tan distintas a la mía. Y también pedir perdón por mis divagaciones y por la vehemencia con que a veces —soy consciente— las expreso.
            
Salud para todos.