“La escritora neozelandesa Eleanor Catton nos ofrece un puzle complejo y ambicioso donde nada es lo que parece ser”
Un tempestuoso día de enero una prostituta es arrestada. Ese hecho podría pasar desapercibido en mitad de la fiebre del oro que recorre la costa de Nueva Zelanda en el año 1866, si no fuera por los otros tres acontecimientos misteriosos que se producen el mismo día: se descubre una enorme fortuna en la casa de un borracho indigente, un hombre rico desaparece y un capitán de navío de mala reputación suspende todos sus tratos y leva anclas, como si pretendiera darse a la fuga. Los tres hombres están conectados con Anna Wetherell, la prostituta en cuestión. Los doce hombres más poderosos de la ciudad se reúnen en la taberna local para debatir sobre esta secuencia de hechos aparentemente fortuitos, pero su asamblea es interrumpida por la llegada de un extraño: el joven Walter Moody, que también esconde su propio secreto… Moody pronto se verá involucrado en el misterio: una red de destinos y fortunas que resulta tan compleja y tan bien intrincada como el firmamento nocturno.
Hay que empezar esta reseña diciendo que Eleanor Catton, a sus 28 años, se ha convertido en la escritora más joven de la historia merecedora del Man Booker Prize 2013, uno de los galardones más importante de la lengua inglesa.
El laberinto que aquí nos presenta la autora es uno en el que prima por encima de todo un estudio casi obsesivo por el mundo de la Astrología, la mitología y los signos del Zodíaco, dando lugar a una estructura compleja a la que le cuesta arrancar, pero que una vez inmersos en ella, sólo cabe dejarse llevar en estas páginas cargadas de magnetismo.
Hay ciertos puntos que particularmente me han encantado: el desarrollo de personajes es prácticamente perfecto, cada uno de los cuales con una voz diferente para poder diferenciarlos de los demás. Hay que resaltar esto, ya que la escritora desarrolla en estas páginas casi una veintena de puntos de vista distintos, con lo que la narración se va complicando cada vez más y más.
Desde aquí pido paciencia al lector que se acerque a esta novela, ya que exige en no pocas ocasiones un esfuerzo intelectual que puede echar para atrás a más de uno.
Como ya he comentado anteriormente, no es una novela de fácil digestión ya que la novela se vértebra en tres líneas argumentales diferentes y complejas que piden cooperación por nuestra parte, ya que a la escritora le encanta jugar con el lector, ocultando piezas del engranaje para después mostrarlas de la manera más original posible.
Otro de los detalles que diferencian a esta novela es su estilo decimonónico muy rico en un vocabulario de la época, para poder adaptarse así a la forma de narrar de ese siglo XIX donde se desarrolla la acción del libro.
En definitiva: Una novela monumental que posiciona a Eleanor Catton como una de las mejores escritoras de su generación.
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