viernes, 30 de enero de 2015

Promocionamos: Tomb of Terror de Tyrannosaurus Books




Ficha técnica


Título: Tomb of Terror #1
Autor: AAVV

Género: cómic/terror



Páginas: 222

Formato: 205 x 275mm, interior estucado brillo 115gr, b/n



ISBN: 978-84-943061-8-1

Ya a la venta



Un auténtico revival de las revistas de terror de los años 60 y 70 al más puro estilo Creepy o EERI.



Incluye la adaptación al cómic del relato original de Richard Matheson, Grillos, por Scott Tipton y Mike Hoffman.






Sobre el libro


Primer volumen recopilatorio de Bloke's Terrible Tomb of Terror, la antología ganadora de los Ghastly Awards que está revolucionando los cómics de terror con un regreso al estilo clásico de las grandes revistas de los años 60 y 70.
Este primer libro incluye los números del 1 al 5 de la edición original americana, por la que desfilan nombres como Fernando Ignatius, Rock Baker, Jeff Austin, Jason Paulos, Maurizio Ercole, Scott Shriver, Fabrizio Fassio, Alessandro Borroni, Alessandro Ferrara y Marco Perugini, además de los artífices de la cabecera, el guionista Jason Crawley y el dibujante Mike Hoffman (Swamp Thing, Hellblazer...).

25 historietas espeluznantes, que harán viajar al lector desde los lugares más recónditos del espacio a la cotidianidad del hogar, caracterizadas por grandes dosis de humor negro, monstruos interiores, alienígenas, insectos gigantes, brujería, muertos vivientes, chicas llenas de curvas…


Incluye la adaptación al cómic del relato original de Richard Matheson, Grillos, por Scott Tipton y Mike Hoffman.




jueves, 29 de enero de 2015

¿Cómo crear? por So Blonde




¿Cómo crear?
Ummmmh.
A ver, hay que tener clara una premisa: todas las historias están ya contadas, eso es así. La Biblia no es más que una recopilación de historias y argumentos y no es lo que se dice algo para poner en la mesa de novedades, aunque siempre está en la mesa de novedades, eso es algo curioso.

Pero más curioso es el filtro editorial… en fin.

Yo opino que la creación no puede ser un acto espontáneo, no al menos en Literatura y menos aún en narrativa. Aquí lo que cuenta es la disciplina de escritor y el método.

Ahora diréis: ¡Cuidado, coñazo al canto!

Bueno, es lo que puedo decir.  Esto es cuestión de constancia, de disciplina y de interiorizar un par de cosillas. Esto no quita que escribir no sea un acto creativo y lleno de sentimientos, pero esto es algo secundario. Lo que cuenta de verdad es ponerse todos los días a darle a la tecla. Habrá días en los que estés inspirada, y consigas trasmitir y empatizar con el lector, y otros que sólo escribas lo que hay que escribir, de forma mecánica, para que las cosas funcionen.

El relato y la novela llevan su tiempo, no puedes pretender en una tarde crear un producto de calidad. Hostia: producto. Sip, nenes y nenas, producto; porque al final eso es lo que hacemos. Podemos utilizar los textos para trasmitir ideas, críticas, pensamientos e ilusiones, pero no debemos olvidar que lo que hacemos lo hacemos para que lo lea otra gente, el público lector que va a juzgar nuestra producción como eso: un producto y muchas veces de mercado y, ante las leyes de ese mercado, hay que claudicar en numerosas ocasiones.

Otra cosa es que seas lo suficientemente buena como para venderle al lector que en realidad él no quería un final feliz y que lo que estaba deseando era que la rubia heroína muriera presa de su propia soberbia y ambición y que al galán guapo se lo llevase la morena marisabidilla.

Yo no soy una escritora de método, no al menos de forma consciente, pero he sido una lectora ansiosa y he aprendido algunas cosas como arcos de personajes, ritmo de narración, tramas, secundarios, estructuras en anillo, etc.  todo esto son herramientas que van muy bien, pero que por lo general deben quedar relegadas al ritmo propio de la historia que se está contando.

Las historias tienen su propia personalidad y te llevan por donde quieren.  

Yo suelo pensar qué voy a contar mientras paseo y miro escaparates. Luego abro el procesador de textos y escribo. Casi siempre suelo saber cómo empieza y cómo  va a terminar lo que estoy escribiendo y lo que hago es ir al punto Z desde el A sorteando los mil peligros y vericuetos que hay entremedias.  No esperéis de mí libretas de apuntes ni esquemas de plan maestro.
Yo divido el trabajo en cuatro partes:

   1- Desarrollo: cuento lo que pasa sin adornos ni artificios, según esté de inspirada lo matizo más o menos o me lío en prosa y estética.

   2- Escritura: pillo lo anterior y le voy añadiendo detalles, es el momento de meter las acotaciones en los diálogos, las descripciones de ambientes, los dejes de los personajes.

   3- Documentación: todo eso que había dejado en plan: «Ella se subió al coche (Ver tipo de coches en el 83)» pues hay que quitar los paréntesis y tirar de Google para que no quede eso en plan opereta.

   4- Corrección: lo más pesado.  Hay que leer todo y verlo en su conjunto. Comprobar que las cosas funciones, que no se te ha colado nada, que los verbos no se te han ido que el autocorrector no te ha cambiado «pollas» por «pollos»…

    5- Momento de dudas y de lectores cero y de cambios y de 

«¿Esto es una mierda? ¿es bueno? ¡Aiiiiiing!, ¿dónde está mi gata?»

¿Un poco mecánico y frío? No, simplemente hay que tener en cuenta que esto es un oficio y que hay que seguir unas reglas para que la casa se levante desde los cimientos y no colapse cuando estés poniendo las ventanas. A veces, el factor caos es importante y cuando no me apetece trabajar la transición que toca pues meto un:  «(Meter transición)»  y paso a escribir el capítulo de guerra con ositos de gominola  en el paisaje de O.K Corral  que es lo que me apetece.

Todo esto vale siempre que escribas obra propia, me refiero a que no estés encarando un encargo o que te tengas que plegar a las indicaciones de un coordinador de trama o de un editor.

Esto, que en principio puede parecer algo que coarta la libertad del escritor, no tiene que ser malo. Muchas veces es muy cómodo que te den unos preceptos de lo que hay que narrar y que tú lo hagas con tu estilo y palabras propias. A esto yo lo llamo: «Poner ladrillos». Si superas el ego del creador y tomas los cambios, consejos y ordenanzas, con humildad puedes aprender mucho.

Ese es el gran consejo que yo puedo dar a la hora de escribir: Olvídate de tu orgullo y escucha lo que llega de fuera. No te enamores de tu obra y conserva una objetividad crítica.
Por supuesto es tu opinión y criterio el que debe prevalecer y eso se forja gracias a la seguridad propia que se destila de haber hecho un buen trabajo previo.

¿Dónde queda entonces el talento, So? ¿Es todo manual y constancia?

Aing, nenes y nenas, yo no sé nada de dios o del diablo, sólo sé que hay quien consigue atraparte en una historia aunque su vocabulario sea más limitado que el del texto de un bonobús; que hay genios del léxicos los giros y la forma y que hay quien consigue que te olvides de las letras y vivas los textos.  Aunque insisto: para que esto funcione hay que echarle horas y ganas.

Pero, bueno, vamos a jugar un poco con la mística del escritor.

Yo escribo de noche, enciendo mis velas que me susurran secretos que sólo el fuego ha visto. El fuego ha sido el elemento ante el cuál siempre se ha reunido la tribu, al final de la jornada, para inventar mitologías, crear dioses y forjar leyendas.

Yo le hago caso, aunque sea un ente volátil y caprichoso.

Suelo llenar una copa o una taza, vino o té según lo pida el cuerpo. 

Releo lo escrito hasta el momento mientras fumo o masco chicles de nicotina. Respiro y le doy al play de la lista de reproducción o del disco que toque y me imagino que mis dedos pasean sobre el teclado de un piano o los trastes de una guitarra.

Me visto con la sombras que dan a mis frases la libertad que no tiene mi voz, e invoco a mi alter ego.

Y entonces, si hay suerte, So aparece y toma el control; conjuga su lengua de cocaína con sus manos de rapsoda; sus pasos de furcia de barra americana con sus ademanes de antigua dama castellana; sus lágrimas de rabia con su risa esperanzada,  y me susurra:
«Háganos magia, nena.».

CONSEJOS FUNDAMENTALES 

 




miércoles, 28 de enero de 2015

Placeres Culpables: "El hermano de otro planeta" por Pau Varela



Placeres culpables:
El hermano de otro planeta (John Sayles, 1984)


Título original: The Brother from another Planet.  
Dirección: John Sayles.  
Guión: John Sayles.  
Música: Mason Daring, John Sayles y Denzil Botus.  
Fotografía: Ernest R. Dickerson.  
Producción: Peggy Rajski y Maggie Renzi.  
Fecha de estreno: 7 de septiembre de 1984. 
País: EEUU.  
Reparto: Joe Morton (Hermano), Daryl Edwards (Fly), Steve James (Odell), Leonard Jackson  (Smokey), Bill Cobbs (Walter), Maggie Renzi (Noreen), Tom Wright (Sam), Minnie Gentry (Mrs. Brown), Ren Woods (Bernice), David Strathairn (Hombre de negro 1) y John Sayles (Hombre de negro 2).

Sinopsis:
El ‘hermano’ es como cualquier otro hombre afroamericano que habita en el barrio de Harlem en Nueva York, salvo por el nimio detalle de provenir de otro planeta y tener tres dedos en ambos pies. A pesar de poseer poderes telequinéticos, no puede hablar, lo que dificulta su adaptación al nuevo planeta y a la población indígena que lo habita. Todo se complica cuando dos misteriosos hombres de negro aparecen en el barrio buscándolo

Cuando la humanidad no se aventura en el espacio buscando pelea, se dedica a ejercer de anfitriona para todo tipo de seres intergalácticos, muchas más veces que menos quedando retratada. El hermano de otro planeta (John Sayles, 1984) dramatiza el encuentro entre dos mundos diferentes y explora límite entre el alienígena y su entorno —nosotros—, utilizando la figura del ‘inmigrante’ ilegal para comentar sobre la sociedad estadounidense de la década de los 80, y mezcla elementos de comedia dentro de un argumento propio de la ciencia ficción. La película explora diversos temas raciales, como la asimilación cultural, la representación discursiva y los estereotipos raciales.

La película es una producción independiente realizada en base a un presupuesto de 350.00 dólares procedentes de la beca MacArthur que le otorgaron a John Sayles, uno de los pioneros del cine ‘indie’ norteamericano, en 1983.  El alienígena de Sayles —interpretado por Joe Morton, a quien probablemente recordéis como el creador de skynet en Terminator 2: el juicio final— no es una figura salvadora como Superman, o un adorable turista perdido como E.T., sino un refugiado obligado a entender a marchas forzadas lo que sucede a su alrededor, pasando del terror y confusión ddel primer contacto con la humanidad, a un sentido de pertenencia ganado hacia el final de la película. En términos de apariencia es un extraterrestre atípico, ya que se ve exactamente igual que cualquier otro hombre negro de Harlem, con sólo dos excepciones: no habla y tiene tres dedos en cada pie. Como resultado,  cuando se cruza con algún ‘nativo’ en su camino es interpretado de forma rápida y categorizado como ‘hombre negro’, aunque su mutismo no da nada sobre lo que sustentar los estereotipos que los demás ven en él. Los vecinos de Harlem rechazan y al mismo tiempo aceptan al extraño hombre, de una manera que evoca a la novela El hombre invisible de Ralph Ellison (1952).

El film hace clara referencia a la narrativa esclavista surgida en los EEUU en el siglo XIX, escrita por esclavos liberados y en la que narraban sus experiencias. El 'Hermano' —quien no recibe otro nombre en toda la película— es él mismo un esclavo fugitivo, perseguido por dos alienígenas ‘blancos’. 

Al principio de la película, el alienígena se pasea por las calles de Harlem y termina en un bar. 
A pesar de que su extraño comportamiento levanta sospechas, pero rápidamente le aceptan como un ‘hermano’. Su silencio permite a la gente a su alrededor construir su identidad e incluso absorberlo en su grupo social o étnico. Por ejemplo, cuando el Hermano encuentra trabajo arreglando máquinas de pinball, uno de los trabajadores de los recreativos, de América del Sur, trata de localizar su lugar de origen. Hablándole en español, le pregunta si es de Puerto Rico y, finalmente, da por hecho que proviene  también de América del Sur. Así que, al igual que la comunidad afroamericana de Harlem, él proyecta su propia identidad racial en el Hermano, convirtiéndolo que en una especie de espejo narrativo.

Aunque El hermano de otro planeta es una película de ciencia ficción, no utiliza tecnología avanzada para crear una ilusión de artificialidad o desplazar su argumento. La trama alienígena es una mera excusa para comentar los discursos que operan en términos de representación de la identidad afroamericana dentro de los EEUU y las restrictivas políticas de inmigración gubernamentales. 

Cuando el Hermano llega por primera vez a Nueva York, se estrella en la isla de Ellis, que fue en su día la puerta de entrada a los Estados Unidos para millones de inmigrantes. Desde ese momento vemos el mundo y la sociedad a través de los ojos del extraterrestre, el ‘outsider’, y lo seguimos en su esfuerzo por ser aceptado dentro de la comunidad. En la mayoría de las películas de ciencia ficción, el alienígena es un elemento exótico, extraño y a veces aterrador, lectura que no por casualidad se asemeja a la forma en cómo son recibidos los inmigrantes en cualquier país occidental —o cualquier persona que no sea parte de la mayoría blanca. Históricamente, los relatos de ciencia ficción han definido el alienígena —o extranjero— como un ser "biológicamente" diferente. El film de Sayles subvierte las normas de desplazamiento de la ciencia ficción en base a la diferencia biológica, utilizando la figura del alienígena representado como un hombre negro, adoptando así la identidad que se ha considerado siempre contraria al hombre blanco.

La película también es relevante debido a la reflexión abierta e irónica sobre la diferencia racial en los Estados Unidos. Si bien la trama principal de la película gira alrededor de la fuga del Hermano, la película está compuesta básicamente por escenas episódicas en las que su identidad es distorsionada una y otra vez a través del uso de estereotipos. El humor que reviste estas escenas no hace sino acentuar el mensaje y obligarnos a mirar a nuestra propia realidad. 

Especial atención a la escena rodada en el metro de Nueva York, en la que un mago callejero realiza un truco de cartas ante la atónita mirada del protagonista y a la vez verbaliza la idea que se esconde tras la película. Sin embargo, Sayles también subvierte estos estereotipos, mostrando cómo Estados Unidos puede ser aterrador para el forastero. A través de la película, el Hermano logrará su libertad al enfrentarse y derrotar a los traficantes de esclavos alienígenas gracias a la solidaridad de aquellos que están etiquetados como ‘alienígenas’ dentro de la propia sociedad estadounidense, es decir, los inmigrantes, los afroamericanos y las personas de color en general.

El hermano de otro planeta es una sátira social revestida de ciencia ficción que, a pesar de lo modesto de su producción y de haber quedado algo olvidada tanto por los fans del género como por los cinéfilos en general, merece ser revisitada por lo actual de su mensaje. Joe Morton realiza un trabajo excepcional con un personaje cuya inocencia y desconocimiento de las normas del mundo al que cae —literalmente— del cielo, nos invita a reflexionar sobre las barreras absurdas que construimos en nuestro día a día en base a etiquetas que no tienen ningún valor real.