“Una segunda parte que amplía el fantástico mundo de esta saga, llamada a convertirse en un clásico moderno”
Gavin Guile
pensaba disponer de cinco años más de existencia como Prisma, y
ahora resulta que le queda menos de uno. Con cincuenta mil refugiados
a su cargo, por no hablar de un hijo ilegítimo que hay que formar en
las artes mágicas y una ex novia que bien podría haber descubierto
su más oscuro secreto, le llueven los problemas.
De repente, la
magia en todo el mundo está fuera de control, y este caos amenaza
con acabar con las Siete Satrapías. Peor aún, los dioses antiguos
están a punto de renacer, y sus ejércitos parecen imparables. Tal
vez el único camino para la salvación sea arrojar luz sobre la
mentira que rige la vida de Gavin desde hace dieciséis años.
Brent
Weeks dejó el pabellón bien alto con el final de El Prisma
Negro (El portador de Luz 1), así que ya había ganas de
hincarle el diente a la segunda parte de esta tetralogía que tanto
éxito está cosechando entre los amantes de la literatura
fantástica.
En
este segundo libro (y al contrario de lo que ocurría en su primera
parte) el escritor opta por adentrarnos de lleno en la acción tan
sólo unos días después de los hechos de El Prisma Negro: respecto
a esto tengo que decir que a pesar de las más de 900 páginas de las
que consta esta nueva entrega, Weeks se las apaña para que el
ritmo no decaiga en ningún momento.
Volvemos
a encontrarnos con Gavin, Kip, Liv y a Andross Guille
(entre otros), protagonistas que irán creciendo conforme avanza la
narración y cuyas elecciones en un momento determinado variarán el
camino de otros personajes, siendo estos el cultivo para nuevos
acontecimientos y giros que nos mantendrán de nuevo enganchados.
Otro
de los detalles que no debemos pasar por alto es la presentación de
nuevos personajes (secundarios en su mayor parte), todos ellos
relacionados con innovadores patrones de la luxina. Conociendo a
Brent Weeks seguro que nos aguardarán muchas sorpresas en un
futuro cercano con respecto a estas nuevas incursiones.
Otra
de las grandes virtudes de este libro son las diferentes subtramas
que finalmente convergen en varias líneas narrativas, todas ellas
repletas de increíbles escenarios y territorios repletos de luces y
colores que harán volar nuestra imaginación.
De
todos los personajes quizás me siga quedando con Kip, una de
esas creaciones que te van ganando poco a poco y al que
definitivamente le coges cariño (es muy fácil poder identificarse
con él en algunos aspectos de su vida).
Cuando
finalizas la lectura de La Daga de la Ceguera te queda la
sensación de haber leído una gran continuación, en la que Weeks
no cesa en su empeño de seguir enriqueciendo este fantástico mundo
lleno de aventura, magia, intriga y múltiples conspiraciones en la
sombra; todo ello no hace más que potenciar la excelente labor de
este autor como escritor todoterreno de calidad (narración fluida,
descripciones justas sin llegar a ser cansinas y un uso de los
diálogos muy eficaz son algunas de las cualidades de Brent Weeks).
Respecto
a la edición: sólo comentar la reducción del tamaño con respecto
a la entrega anterior y la existencia de un apéndice repleto de
información que nos ayudará a entender mucho mejor a los personajes
y algunos conceptos un tanto complejos que salpican la narración.
En
definitiva: La Daga de la Ceguera no decepciona para nada
(incluso podríamos decir que supera a su predecesora), así que
desde aquí mi más sincera recomendación para que os subáis a la
fiebre de El portador de Luz, una de las mejores sagas de
fantasía de la actualidad.
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