“Una de las más lúcidas críticas volcadas hacia el escritor y el lector medio, lo que se traduce en una de las mejores novelas de este año”
Como para resucitar el gusto sería necesario que esta nación se hubiese tomado alguna vez en serio aquello de que nuestro cuerpo es un templo y la boca su excusado, lo más factible será ir pensando en reconstruir la lengua para poder mentir al menos sobre lo limpio que teníamos aquel palacete forrado de piel y pelos y perforado sin remedio nueve o diez veces. A lo mejor deberíamos ir pensando en cambiar un idioma que ya no sirve. Puede que haya llegado la hora de hacerle al castellano un hoyo en la hermosura y cagarle lombrices dentro hasta rellenarlo. El castellano es hoy un idioma monigotado, toca asaltar otras lenguas.
Hoy os voy a hablar (intentarlo, al menos, ya que el título en cuestión huye de cualquier definición plausible) de un libro diferente, inaudito incluso en nuestro panorama literario.
A Rubén Martín lo descubrí gracias a Menos Joven, donde nos presentaba una historia extraña como pocas (de hecho todo el libro es un locutor retransmitiendo la jugada de su personaje principal Bogdano -el cual debe cazar a sus ídolos-, todo ello subido a un caballo (¿?).
Con Magistral vuelve a dejar ojiplático al lector con una sensación de estupor y confusión que no te abandona durante la lectura del libro ni hasta mucho tiempo después de haberlo cerrado (sin ir más lejos he necesitado unos días para asentar las ideas en mi cabeza para poder así escribir mis impresiones sobre lo que aquí nos quiere contar el escritor).
De las cosas que más valoro como lector y como reseñador es que el texto que tengo delante me remueva algo en el interior, y con Magistral, el amigo Rubén me ha dejado una sensación de caos (controlado en ocasiones, of course) intrínsecamente relacionado con la manera que tiene de jugar y estrangular el lenguaje para así ofrecernos unas páginas llenas de un peculiar juego narrativo que apabulla y sorprende a partes iguales.
Podríamos considerar que el escritor se toma este escenario bien como una broma infinita o como un despiece de esos tópicos que asolan nuestro lenguaje desde hace años.
No quiero finalizar este acercamiento a Magistral sin mencionar la edición del libro por parte de Jekyll and Jill, con uno de esos diseños interiores que juega constantemente con la estructura interna de estos alucinados pasajes; sin lugar a dudas, otra nueva muestra de lo que es capaz este pequeño sello zaragozano.
Queda claro que Rubén Martín Giráldez va por libre en esto de la narrativa, siguiendo un camino (el suyo propio) por el que no deja títere con cabeza, potenciando un discurso nuevo y radical que no se casa con nadie.
Rubén, hijo mío: quedo rendido a tus pies con ganas de más.
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